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Según Plinio , el joven, el negocio del perfume movia a finales del siglo II d.C cifras cercanas a los cien millones de sestercios, sobre todo en concepto de importaciones de Oriente.
Los perfumes que se empleaban eran de tres tipos: sólidos en forma de polvo o pastillas, ungüentos basados en una sola fragancia, y ungüentos líquidos basados en aceite de oliva. Los ingredientes más comunes eran las esencias de flores (narciso, jazmín, lirio, azucena, violeta) y aceites exóticos como el sándalo. Entre los perfumes más solicitados cabe citar el megalium, el malabathronum, el cyprinum, el rhodinium, y el crocimus elaborado con estoraque, laudano y azafrán. Los mayoristas del ramo eran personajes muy respetados y en Capua, centro productor de perfumes del Imperio, tenían un barrio propio, que frecuentaban personajes destacados de la sociedad romana.